sábado, 1 de mayo de 2010

Capítulo 1

En un pequeño pueblo de Inglaterra habitaba junto con mis padres. Hoy era el día en que ellos se iban a reunir con el rey de esta pequeña localidad. Era 11 de marzo de 1820, y mientras mi padre dormía y mi madre preparaba gachas, yo no dejaba de pensar la razón de peso por la que el rey nos había mandado llamar a todos, inclusive a mí.

La mayoría de las veces eran ellos los únicos que iban a visitarle, y a contarle lo mucho que necesitan los campesinos que la biblioteca del pueblo sea pública, y no solo privada, como lo es ahora.

Y luego también estaba los casos de chicas desaparecidas que había habido en las últimas semanas por misteriosas razones, tras ir al pueblo vecino a visitar al noble que habitaba, Lord Ramirsh. Algunos dicen que él mismo tuvo algo que ver, lo cual era bastante razonable, pero en seguida el rey lo desmintió. Y lo más extraño de todo esto era que los padres de las desaparecidas no habían hecho nada para descubrir dónde estaban sus pequeñas, ni tan siquiera habían levantado la voz contra el rey. Aunque bueno... acusar al rey de cometer un acto semejante podría llevarte a la horca. Pero había que admitir que todo era bastante extraño... El rey lo único decía cuando le preguntaban era: "Lo siento mucho por las familias, pero no hay nada que se pueda hacer ya."

Los primeros rayos de sol reflejaron sobre mi ventanal. Mis padres tardarían poco en venir a despertarme, pensé.

Y así fue. John y Linda se asomaron con precaución por mi puerta. He de admitir que eran unos padres fabulosos; me habían enseñado a mostrar mis puntos de vista, a tener claros mis ideales , y a hacerme respetar, pues en estos tiempo es difícil que a una campesina la valoren. Además me enseñaron las culturas griega, egipcia y romana, y he de decir que las adoro. Sabía mucho más acerca de los dioses, los griegos y romanos que cualquier noble que haya habitado en la tierra jamás. Y eso se lo debía a ellos.

- Amber.. hija. Despierta.- me susurró al oído con una voz amable.

- Madre... Ya estaba despierta.- contesté mientras me incorporaba de la cama. Mi camisón me quedaba bastante grande, y dejaba partes blanquecinas y rosadas de mis brazos y piernas.

- Es hora de irnos a ver al rey. Ponte algo decente.- me aconsejaron, y se marcharon, cerrando la puerta.

Vestirse para ver al rey era toda una novedad. Por eso mis padres habían reservado un vestido especial para esta ocasión.

Ellos se habían gastado parte de su sueldo en este vestido. No era tan hermoso como el de una princesa, o una joven doncella esposa de un noble, pero lo adoraba. Era un regalo de padre y madre por mi decimoquinto cumpleaños.

La verdad es que mucha gente me confundía con una muchacha de 12 años. Por mi cara angelical como por mi cuerpo tan flacucho, pequeño y pálido, pero no me importaba. Gracias a esto no tenía casi ningún pretendiente. Lo que me alegraba, al contrario que a mis padres. Sé que cualquier chica de mi edad estaría deseando lanzarse a los brazos de un noble que posea mucho dinero, pero yo me niego. Si alguna vez me caso, quiero que sea por amor.

Al bajar por las escaleras de madera, mis padres me esperaban nerviosos. Al verme, sonrieron y me abrazaron.

- Vámonos. Es la hora.

Fuimos caminando hacia el castillo del rey, intentando ignorar las miradas que los campesinos más jóvenes me dirigían.

Finalmente llegamos al castillo, y los sirvientes se encargaron de avisar al rey de nuestra llegada.

Pero, al parecer, tuve que esperar en una gran sala decorada con un montón de artefactos mientras mis padres hablaban con él.

Después de más o menos una hora, me mandaron entrar en su despacho. Mis padres lloraban... ¿Qué habría pasado?

- Amber... ¿No es así?- preguntó con una voz grave el rey. Me fijé que lo acompañaban un chico rubio bastante apuesto y otro bajito y rechoncho.

- Sí, su majestad.- contesté haciendo una reverencia.

- Vamos a plantearla el problema que nos ha surgido, señorita...- comenzó, pasándose una mano por la frente sudorosa. Asentí.- Un noble del reino vecino nos reclama vuestra mano en matrimonio... En realidad, quiere una esposa joven angelical... Y dado que usted tiene 12 años...

- Perdone, tengo 15 años.- corregí.

- Oh, bueno... 15... Prosigo. Dado que usted tiene 15 años, ha sido elegida para viajar al reino vecino a casarse con el noble...

- ¿Y qué pasa si me niego?- le reté, dejándolo por un momento sin palabras.- No quiero casarme; tengo una buena vida, y no quiero estar mirando el alféizar de la ventana cada cinco minutos.

- No puede negarse. - dijo con un tono cortante.- Es una orden del rey. Si no quiere ser enviada a la cárcel.

- Eso no es justo.- me acerqué dos pasos hacia él, pero mis padres se interpusieron.

- Amber... Déjalo. Es suficiente. Ve. Haz lo que diga el rey.- dijo mi madre entre llanto y llanto.

- Pero eso no es justo, madre. - me giré hacia John.- Padre, dígala que no es justo. No merezco ser llevada a la fuerza a cualquier lado.

- Lo siento, Amber, pero es la decisión del rey.

Me sentía humillada.. y frustrada. No había podido hacer nada para permanecer aquí.

- Está bien... Acepto. - el rey suspiró aliviado.- Con una condición.

- ¿Cuál?- preguntó.

- Volver a esta ciudad.

- Si Lord Ramirsh está de acuerdo, por mí de acuerdo.

El joven rubio me llamó antes de irnos a preparar mis cosas para que emprendiera el viaje a vivir con aquel hombre.

- Me llamo Elliot. Sé que esto la sonará raro, Amber.. Pero dentro de dos días irá una paloma a visitarla al castillo de Lord Ramirsh con una carta. Será mía. Debe contestarme, por favor...

- ¿Por qué me ayuda?- pregunté confundida. Su preocupación era evidente.

- Porque sé que lo necesita. Y necesitará hablar dentro de poco con alguna persona. Contacte conmigo mediante la paloma. Envíeme una carta cuando usted quiera, contándome su experiencia y su amistar con Lord Ramirsh. ¿Me ha entendido?- preguntó mirándome a los ojos.

- Sí.

- Entonces la dejo irse a preparar su ropa para su estancia con el noble. Adiós. Recuérdelo bien. Por favor...

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